Hace poco salió la noticia de que Airbus había organizado un concurso donde se debían presentar soluciones para reducir las emisiones de CO2 que genera la aviación comercial. A cuatro alumnos de la Universidad Politécnica de Valencia que han participado en el concurso se les ha ocurrido quitar las ventanillas de la cabina de pasajeros y hacer de ese modo más ligeros y aerodinámicos los aviones. Sin ventanillas en principio estaríamos poniendo menos CO2 en la atmósfera y ahorrando combustible, y eso es bueno porque la aviación es uno de los medios de transporte que necesita más combustible. También es el que más problemas encara a la hora de cambiar su fuente de energía, y aun estamos muy lejos de que la explotación comercial de la navegación aérea funcione igual que ahora sin que tenga que recurrir al petróleo.
La propuesta de estos ingenieros ha sido seleccionada como una de las cinco mejores ideas de entre las cientos que se presentaron. La idea es casi de perogrullo, pero también parece una excentricidad. Aunque quizás la extravagancia consista en llenar de agujeros y parches de cristal el fuselaje de lo que es un tubo presurizado que va a tener que aguantar miles de ciclos de compresión. Los aviones comerciales que vuelan muy alto tienen que mantener la presión necesaria (más o menos la presión "a nivel del mar") para que el pasaje sobreviva a la travesía dentro de una cabina que se desplaza sobre un lugar, cerca de la estratosfera, donde el aire es muy tenue, hace también mucho frío y cualquier ser humano sin protección tiende a morir rápidamente. A gran altura el avión se "infla" por la diferencia de presión y, como si fuera un globo, el fuselaje del avión que por su naturaleza debe ser muy ligero, tiene que aguantar los empujes que ejerce hacia fuera del aparato la bola de aire apiñado que hay en su interior. La extravagancia de agujerear la cabina se soluciona con éxito en los modernos aviones creando una estructura que sin embargo añade peso al tener que sostener las ventanillas con el fin de que no salgan despedidas hacia fuera, incidencia que sería fatal para los pasajeros o que podría incluso desintegrar el aparato en pleno vuelo. Por si fuera poco este tipo de ventanas son muy gruesas y pesadas pues están compuestas de varias capas de cristal en parte para aguantar también la diferencia de presión.
El beneficio de un avión sin ventanillas no consiste sólo en ahorrar combustible para evitar que se desmadre el clima, aparatos de semejantes características serían muy atractivos para las compañías aéreas, que harían sus negocios con vehículos más sencillos de fabricar, más fáciles de mantener, más duraderos (menos casos de fatiga de material) y por lo tanto aun más seguros. Todo el ahorro interesará también a las masas de desheredados y trabajadores que no viajan por ocio y cuyo principal objetivo es llegar a su destino al precio más bajo posible. Si bien la mayoría de personas no viaja por placer, aunque viajar sea un placer añadido, la aviación comercial en sus inicios era un transporte prácticamente recreativo sólo al alcance de unos pocos. Los primeros aviones de pasajeros fueron diseñados para imitar, dentro de sus límites, el lujo de los dirigibles y las estupendas vistas que se podían contemplar a través de sus amplias ventanas. Pero entonces la aviación se encontró con la clase media y se fue generando un negocio que necesitaba desplazar cada vez a más personas, lo que exigía optimizar los vuelos para abaratar los costes. Se fueron construyendo aviones más grandes y poniéndolos más y más arriba ya que a menos resistencia del aire menor consumo de combustible, hasta que llegaron tan alto que hubo que presurizarlos. El de De Havilland Comet fue el primer avión comercial a reacción que iba presurizado, pero también un pequeño y último intento de la aviación de masas por emular una glamourosa y panorámica aeronave. El glamour se volatilizo con tres Comets desintegrados en vuelo gracias a sus grandes ventanas rectangulares. Los restos de todo eso son las ventanillas que añaden complejidad y peso a los reactores actuales, siendo sólo psicológicamente útiles.
Los inconvenientes psicológicos son de todas formas un formidable obstáculo para el desarrollo de los aviones sin ventanillas. Sospecho que pasar varias horas dentro de una especie de bidón gigante sellado que se zarandea y da tumbos sin tener alguna señal de lo que ocurre afuera es una experiencia que nadie desea tener. Nuestros avispados ingenieros lo quieren solucionar poniendo cámaras en el exterior del aparato que enviarán imágenes a la pantalla de televisión de cada asiento. Sin embargo en este momento con ultrafinas pantallas de diodos orgánicos se pueden crear extensas "ventanas" virtuales donde ahora se ubican las de cristal, y en un inmediato futuro hasta se podría "empapelar" todo el interior de la cabina con el mismo tipo de film, que gracias a filas de pequeñas cámaras dispuestas a lo largo del exterior del fuselaje grabando el paisaje que sobrevuela la aeronave, nos transmitiría cierta sensación de viajar en una cabina casi transparente. Si eso llegara a aturdir demasiado al pasaje la pantalla siempre se podría configurar de cualquier forma añadiendo partes virtuales de suelo, paredes, películas o paisajes que no tengan que ver con el vuelo. Aun no sabemos si esta idea tendrá tanto éxito como la de disponer los asientos de los trenes en el sentido contrario a la marcha, que fue otra buena idea psicológicamente desastrosa. Sin embargo si encuentro en esta propuesta de los ingenieros valencianos más futuro, puesto que existen poderosas razones económicas para llevarla a cabo.
Otros pasajeros disfrutando de un tentempié en la primera versión de "ventanas grandes" del de Havilland D.H.106 Comet en 1951 (Comet 1 o Comet 1A).
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