Problemas triviales, pseudoproblemas y quimeras

«La ciencia no progresa sólo mediante la resolución de problemas, sino también gracias a la eliminación de ciertas preguntas, mostrando, por ejemplo, que carecen de interés», escribe el filósofo Mario Bunge. Y explica que «los problemas legítimamente eliminables son de las clases siguientes:

Problemas triviales: problemas que, incluso bien formulados, son superficiales y están mal constituidos, es decir, no entran en teorías fecundas o programas prometedores. Ejemplos de problemas triviales son el contar los guijarros de una playa o el tabular funciones poco frecuentes, sin ulterior finalidad. (...) Un modo de progresar ha sido siempre en estos casos el eludir tales problemas, el abstenerse de formular preguntas triviales que no requieren el concurso de teorías, y concentrar los esfuerzos sobre tareas más difíciles y prometedoras.


Pseudoproblemas: preguntas mal formuladas o mal concebidas. La filosofía tradicional rebosa de pseudoproblemas, pero de vez en cuando estos pseudoproblemas penetran también en cabezas científicas. Ejemplo de pseudoproblema clásico es “¿Cuándo fue creado el universo?”, el cual presupone que el universo ha sido creado por un acto sobrenatural, hipótesis insusceptible de contrastación. Basta, pero es necesario, un análisis de los presupuestos para eliminar pseudoproblemas de esta clase.


Quimeras: preguntas fantasiosas que quedan fuera de todo contexto científico. Ejemplos: hallar la piedra filosofal y la Fuente de la Juventud, establecer comunicación con los muertos y comunicarse con otras personas sin emplear los sentidos. Las quimeras, como los pseudoproblemas, tienen presupuestos falsos. Así, por ejemplo, la quimera que consiste en intentar comunicarse con los muertos presupone la existencia de un alma inmortal o, al menos, independiente del cuerpo. Lo que distingue las quimeras de los pseudoproblemas es su intención práctica: del mismo modo que algunos pseudoproblemas pertenecen a la pseudociencia, las quimeras pueden dar origen a una tecnología de la pseudociencia.»


Referencia

Bunge, M. La investigación científica. México, DF: Siglo Veintiuno Editores, 2000, p. 180-181.



Visto en Proyecto Darwin .

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