¡Bárbaros!

Salvajes. Expliquemos esta palabra. Estos hombres con el cabello erizado, que en los días genésicos del caos revolucionario, harapientos, feroces, con las mazas levantadas, la pica alta, se lanzaban aullando sobre el viejo París trastornado, ¿qué querían? Querían el fin de las opresiones, el fin de las tiranías, el fin de las guerras, trabajo para el hombre, instrucción para el niño, dulzura social para la mujer, libertad, igualdad, fraternidad, el pan para todos, la idea para todos, la conversión del mundo en edén, el progreso; y esta cosa sana, buena y dulce, el progreso, la reclamaban terribles, semidesnudos, con la maza en la mano y el rugido en la boca.

Eran los salvajes, sí, pero los salvajes de la civilización. Proclamaban con furia el derecho; querían, aunque fuera por medio del temblor y el error, obligar al género humano al paraíso. Parecían bárbaros y eran salvadores. Reclamaban la luz con la máscara de la noche.

A la vista de estos hombres, feroces y terribles, pero feroces para el bien, hay otros hombres risueños, bordados, dorados, encintados, constelados, con medias de seda, con plumas blancas, guantes amarillos, zapatos brillantes, que apoyando los codos sobre una mesa de terciopelo, junto a una chimenea de mármol, insisten templadamente en la conservación y permanencia del pasado, de la Edad Media, del derecho divino, del fanatismo, de la ignorancia, de la esclavitud, de la pena de muerte, de la guerra, glorificando a media voz y con cortesía el sable, la hoguera y el patíbulo. Si nos viéramos forzados a elegir entre los bárbaros de la civilización y los civilizados de la barbarie, escogeríamos a los bárbaros.

Victor Hugo, Los miserables (1862)

1 comentarios:

Danii dijo...

muy buena informacion :) puedes visitar mi blog es de literatura y libros juveniles mas que todo http://lecturaexcesiva.blogspot.com/

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