La Revolución Naturalista enlazó un blog de Hazte Oír donde la autora ha escrito una cita de Einstein que me ha llamado la atención. Como me paso la vida coleccionando frases célebres para alimentar un blog insaciable enseguida me recordó a otra cita que leí del físico alemán. Me ha parecido interesante su semejanza y también que las dos se contradigan:
Cita del blog de Hazte Oír:
"La generalizada opinión, según la cual yo sería un ateo, se funda en un gran error. Quien lo deduce de mis teorías científicas, no las ha comprendido. No sólo me ha interpretado mal sino que me hace un mal servicio si él divulga informaciones erróneas a propósito de mi actitud para con la religión. Yo creo en un Dios personal y puedo decir, con plena conciencia, que: en mi vida, jamás me he suscrito a una concepción atea".
La cita me recordó esta otra:
"(...) Por supuesto era una mentira lo que se ha leído acerca de mis convicciones religiosas; una mentira que es repetida sistemáticamente. No creo en un Dios personal y no lo he negado nunca sino que lo he expresado claramente. Si hay algo en mí que pueda ser llamado religioso es la ilimitada admiración por la estructura del mundo, hasta donde nuestra ciencia puede revelarla. (...)". Cita de una
carta fechada en marzo de 1954, que fue incluida en el libro Albert Einstein: su lado humano (en inglés), editado por Helen Dukas y Banesh Hoffman y publicada por Princeton University Press
Parece que
existe una cita en la que el científico explica que no se consideraba ateo, así que no se puede descartar que lo aclarara en más de una ocasión. No obstante la cita de la señora de Hazte Oír incluye una alusión a un "Dios personal" que desde un contexto religioso sería demasiado extraña a las ideas de Einstein. No he conseguido dato alguno sobre el origen de la primera cita, sin embargo con respecto a la segunda es muy fácil encontrar la fuente. La semejanza de ambas también me hace sospechar, y tengo reservas respecto a que la primera cita proceda de Einstein. Puede que no haya sido correctamente reproducida o quizás se estaba refiriendo a otro tipo de "Dios personal", un dios íntimo en el sentido
deísta. Einstein oscilaba entre expresiones deístas y panteístas para explicar su particular sentimiento religioso (la "religiosidad cósmica") y solía utilizar el término "Dios" de forma metafórica, mientras que sobre el dios de las religiones (que él mismo definía como "Dios personal" en sus textos) pensaba que era una idea primitiva nacida del miedo y la ignorancia. En todo caso utilizar la cita para defender la existencia del dios de cualquier religión contradice sus ideas, ya que él rechazó claramente la existencia de un "dios personal" en su forma religiosa: el dios del
teísmo, y así lo dejo escrito en sus cartas y ensayos:
La palabra Dios, para mí, no es más que la expresión y el producto de las debilidades humanas, y la Biblia una colección de leyendas dignas pero primitivas que son bastante infantiles. Ninguna interpretación, por sutil que sea, puede (para mi) cambiar eso. Tales interpretaciones sutiles son muy variadas en naturaleza, y no tienen prácticamente nada que ver con el texto original. Cita de una
carta de Einstein a Eric Gutkind, 1954Los genios religiosos de todas las épocas se han distinguido por este sentimiento religioso especial, que no conoce dogmas ni un Dios concebido a imagen del hombre; no puede haber, en consecuencia, iglesias cuyas doctrinas básicas se apoyen en el. Por tanto, es precisamente entre los herejes de todas las épocas, en donde encontramos hombres imbuidos de este tipo superior de sentimiento religioso, hombres considerados en muchos casos ateos por sus contemporáneos, y a veces considerados también santos.
Religion and Science, New York Times Magazine, November 9, 1930Quien está plenamente convencido del alcance universal de la ley de la causalidad no puede admitir ni por un momento la idea de que algún ser pueda interferir en el curso de los acontecimientos – con tal que, naturalmente, se tome realmente en serio la hipótesis de la causalidad -. Para él, la religión del miedo no tiene ningún sentido, ni lo tiene tampoco la religión moral o social. Le resulta inconcebible la idea de un Dios que premie o castigue, porque las acciones humanas están sencillamente determinadas por la necesidad, externa e interna, de modo que el ser humano no puede ser a los ojos de Dios más responsable que lo que puede serlo un objeto inanimado de los movimientos a que está sujeto. Se ha acusado, por tanto, a la ciencia de socavar la moralidad, pero esa acusación es injusta. El comportamiento ético del hombre debería estar efectivamente basado en criterios de compasión, educación y lazos y necesidades seculares; no se precisa para nada una base religiosa. Mal andaría la humanidad si su único freno fuese el miedo al castigo o la esperanza de recompensa en la otra vida. “
El sentimiento cósmico religioso”, En: K. Wilber, edit., Cuestiones cuánticas.
No cabe duda de que la ciencia no refutará nunca, en el sentido estricto, la doctrina de un Dios personal que interviene en los hechos naturales, donde esta doctrina siempre puede refugiarse en aquellos dominios en los que aún no ha logrado afianzarse el conocimiento científico. Estoy convencido, sin embargo, de que si los representantes de la religión adoptasen esa conducta no sólo sería indigno sino también fatal para ellos. Pienso que una doctrina que es incapaz de mantenerse a la luz, sino que debe refugiarse en las tinieblas, perderá de manera irremediable su influencia sobre el género humano, con un daño enorme para éste. En su lucha por un ideal ético los profesores de religión deben tener suficiente formación para prescindir de la doctrina de un Dios personal, esto es, desechar esa fuente de miedo y esperanza que proporcionó en el pasado un poder inmenso a los sacerdotes. En su labor, deben apoyarse en aquellas fuerzas que son capaces de cultivar el bien, la verdad y la belleza en la misma humanidad. Esto es de seguro, una tarea más difícil pero incomparablemente más meritoria y admirable.
Science, Philosophy and Religion, A Symposium, 1941Aun cuando he dicho antes que no puede existir por cierto verdadero conflicto entre la religión y la ciencia, debo matizar, pues, tal afirmación, de nuevo, en un punto esencial, en lo que respecta al contenido real de las relaciones históricas. Esta diferenciación se refiere al concepto de Dios. Durante la etapa primitiva de la evolución espiritual del género humano, la fantasía de los hombres creó dioses a su propia imagen que con su voluntad parecían determinar el mundo de los fenómenos, o que hasta cierto punto influían en él. El hombre intentaba atraerse la voluntad de estos dioses en su favor a través de la magia y la oración. La idea de Dios dé las religiones que se enseña hoy es una sublimación de ese antiguo concepto de los dioses. Su carácter antropomórfico lo muestra, por ejemplo, la circunstancia de que los hombres apelen al ser divino con oraciones y súplicas para obtener sus deseos.
No se negará, sin duda, que la idea de que exista un dios personal omnipotente, justo y misericordioso proporciona al hombre solaz, ayuda y guía, y además, en virtud de su sencillez, resulta accesible hasta para las inteligencias menos desarrolladas. Por otra parte, sin embargo, esta idea incluye una falla básica, que el hombre ha percibido de manera dolorosa desde el fondo de la historia. Vale decir, si este ser es omnipotente, todo acontecimiento, incluidas las acciones humanas, los pensamientos humanos y los sentimientos y aspiraciones humanos resultan también obra suya. ¿Cómo pensar que los hombres sean responsables de sus actos y de su conducta ante tal ser todopoderoso? Al adjudicar premios y castigos, estaría en cierto modo juzgándose a sí mismo. ¿Cómo conciliar esta premisa con la bondad y rectitud que se le concede? La fuente principal del rozamiento entre la religión y la ciencia se halla, por consiguiente, en este concepto de un dios personal.
Science and Religion, Science, Philosophy and Religion, A Symposium, 1941
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